Friday, March 30, 2018

Elektra en Houston


Foto: Lynn Lane

Lorena. J. Rosas

Se abre el telón y nos encontramos frente a la entrada en ruinas del opulento palacio de Agamenón, en una representación escénica, sugestiva y muy bien lograda del director David McVicar, con vestuarios y escenografías ideadas por John Macfarlane, que fue traída de la ópera lirica de Chicago. El juego de claroscuros hechos con la iluminación colocó la acción dentro de un ambiente tétrico, donde la abundancia se convirtió en destrucción y escombros. La protagonista apareció con una harapienta túnica gris manchada de sangre, se trataba de Christine Goerke, una soprano con voz de notable peso y proyección, timbre oscuro con tintes dramáticos, que mostró un buen desempeño actoral, nunca exagerado, a pesar de su constante gestualidad y de sus movimientos. Clitemnestra fue interpretada de manera correcta en canto y actuación por la mezzosoprano Michaela Martens; y Crisótemis sobresalió por la presencia de Tamara Wilson, una soprano de una carrera notable que se formó y debutó hace algunos años con esta compañía, y que mostró una voz brillante, cautivante, además de musicalidad y creíble actuación. El elenco lo complementaron el experimentado bajo Greer Grimsley como Orestes y el tenor Chad Shelton como Egisto. Una mención para el resto de los comprimarios por su buen trabajo.  La orquesta bajo la conducción de su titular Patrick Summers, captó la intensidad, la sutileza, el lirismo de la partitura, aunque su sonido fue por momentos opaco y descolorido, situaciones atribuibles a la problemática en la acústica del teatro donde temporalmente se llevan a cabo las producciones de la compañía.   

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